Aquello resultó ser el libre mercado,
el de verdad,
el auténtico,
el de las veinticuatro horas abierto,
el de las ventanas cerradas,
el del torno de acero a la entrada,
el de la línea de cajas a la salida,
el del vigilante jurado en ambas,
el de las cámaras de seguridad,
el del hilo musical marcando el paso,
el de los pasillos rectos y alineados,
el de los estantes estándar,
el de los productos ordenados por colores según el billete que los paga,
el de las marcas de la casa a la altura de los ojos y al alcance de las manos,
el de la competencia subiéndose a un taburete,
el de si quieres alternativas te agachas,
el del precio en origen fijado en el destino,
el de las ofertas colgadas con hilo de sedal,
el de compra hoy y lo pagaras mañana,
el los reponedores a tiempo parcial y las cajeras de por vida,
el del centro comercial,
el libre mercado de verdad,
el auténtico,
el del carro con candado
y las ruedas trucadas.